Como recordaremos, desde antes de tomar posesión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump inició una campaña en contra de los vehículos que se venden en Estados Unidos y son producidos en México, dicha cruzada ha implicado la amenaza de imponer un arancel a los automóviles que son importados a territorio estadounidense y que lleven el sello “Hecho in México.” Esta situación ha propiciado que algunas compañías anuncien inyecciones económicas, así como la creación más empleos en sus plantas de Estados Unidos.
Sin lugar a dudas todo esto suena más a una campaña prejuiciosa en contra de los automóviles manufacturados en México, ya que Trump no se ha pronunciado contra otro país que produzca vehículos para ser vendidos en Estados Unidos.
Ante este escenario de imponer un impuesto del 20 por ciento a los autos “Made in Mexico”, algunos analistas predicen que en caso gravar este tributo, los compradores más afectados serían los de menos ingresos, paradójicamente el sector que más votos aportó a la victoria del magnate.
Esta deducción se debe a que más de un tercio de los autos subcompactos vendidos en Estados Unidos con un precio menor a $20,000 dólares provienen de México. Obviamente que al tener un bajo costo esta clase de vehículos son los más comprados por los consumidores que no tienen mucho dinero para gastar en un automóvil. Asimismo, cerca de 12 modelos hechos en México con un costo promedio de $16,850 dólares tendrían un gravamen de $2,679 dólares.
Así que esta estrategia de Donald Trump en contra de los fabricantes que producen en México y venden sus automóviles en Estados Unidos no sólo afectaría a la industria, sino también a las familias de clase media baja.
